domingo, 10 de agosto de 2008

Una visita a la decepción

Era el premio que todos buscaban, les iba a otorgar mejor calidad de vida, una nueva posibilidad de surgir dentro de la institución. Todos postulaban a esa destinación, todos querían trabajar en ese lugar: la paga era mucho más alta, el trabajo no era pesado, y la oportunidad de reencontrarse como familia sin temor a la muerte (como tenían ahora) les cambiaría la forma de ver la vida que tenían hasta ahora. Isla de Pascua encerraba eso y mucho más, historia, costumbres distintas una nueva forma de vivir es lo que les estaba entregando esta nueva destinación, y más encima un cargo más alto: Capitán de Carabineros. Qué lujo. Se sentía demasiado orgullosa de su marido. Juró que lo seguiría donde fuere, y ahora se lo estaba demostrando, seis meses en una isla en medio de la nada le dejarían mucho más claro cuanto lo amaba.

Las mudanzas la agotaban, pero esta vez todo valía la pena. Había averiguado todo cuanto podía sobre la historia de los Rapa Nui, no quería quedar en vergüenza en las reuniones que pensaba que tendría allá. Quería aprender sobre esta nueva cultura que se presentaría ante los ojos. Le habían contado muchas cosas, pero ella quería saber más. Incluso compró un diccionario para conocer algunos términos. Estaba realmente fascinada con todo esto: una nueva vida se venía por delante.

Ella se ve feliz. La nueva destinación la dejó realmente contenta. Le han tocado demasiados cambios y nunca se ha quejado. Es la primera vez que la veo realmente feliz. Ninguna queja por tener que embalar y embalar cosas. Me alegro por ella. ¿Yo?, no sé. Me convence del todo. Sé que es un premio, pero aún así. Me han contado tantas cosas los colegas que estuvieron allá. La violencia intrafamiliar, las violaciones, el poco respeto que le tienen a la autoridad. Sí, lo asustaba un poco, pero pensaba que podría con ello, sólo necesitaba tener la fuerza suficiente para hacer notar su autoridad: ¡Capitán de Carabineros!, un gran logro para su vida.

Casi no llegaron. Se quedaron dormidos y todo fue muy apurado. Casi como en las películas: se cortó la luz y se apagó el despertador. Sólo se despertaron cuando el transfer los pasó a buscar. Ella se asustó un poco, lo vio como una señal de que empezaban con el pie izquierdo. El la tranquilizaba: “esto le pasa a cualquiera, menos mal que alcanzamos a llegar”. Ella se quedó con la sensación de que algo se había roto, la armonía que tenía con el viaje ya no era la misma:

- ¿Estás nerviosa?

- Sólo un poco. Todo va a ser nuevo, ojalá la gente nos quiera.

- Nos van a querer. Allá todo es más simple. La gente no se complica por nada.

- Si sé, pero creo que son muy mañosos también.

- Lo son, pero sabremos llevarnos con todos. Además, vamos a vivir en el recinto de Carabineros, así que podrás reunirte con las esposas de los que están allá.

- Hum, tienes razón. Todo va a salir bien.

Tal como se lo había imaginado. Un aroma mezcla de plátanos y piñas entró por sus fosas nasales. Un aire cálido y húmedo le pegó la ropa al cuerpo haciéndola sentir algo incómoda. La brisa le refrescó en algo su sudado cuerpo. Le tomó la mano a su marido con fuerza, asegurándole que estaba ahí, con él. El se voltea y asiente. Se sonríen y comienzan a bajar la escalinata. Ya vislumbra al encargado de recibirlo. Sus brazos están llenos de collares. Y pensar que eso sólo lo había visto en películas. El aroma lo envolvía como un embrujo. Ya no había vuelta atrás:

- Jajajaja, apenas puedo ver con tantos collares.

- Disfrútalos amor, siente el aroma que se desprende de estas flores.

- Realmente es fascinante.

- ¿A donde vamos ahora?

- No lo sé. Creo que a la que será nuestra casa por los próximos seis meses.

La primera semana se dedicó a ordenar la casa, así que mucho tiempo para conocer no había tenido. Sus vecinos se notaban tranquilos, pero ella quería ver a los isleños. Su único contacto era con la mujer que limpiaba la casa, pero no hablaba mucho. Era más bien tosca, hablaba lo justo y lo necesario. Parecía que estaba enojada con la vida, así que evitaba conversar con ella. Quería terminar luego para poder empezar a pasear, pero parecía que mientras más cajas vaciaba más aparecían:

- Amor, estoy cansada. No termino nunca de ordenar.

- Lo que pasa es que eres muy maniática. ¿Por qué no dejas eso hasta ahí, y nos vamos a comer?

- Bueno. Si no salgo voy a terminar golpeándote, jajajaa.

Ese aroma la hipnotizaba, la hacía creer que esto era semejante al paraíso. Caminar por esas calles era realmente placentero, aún cuando eran de tierra, daba exactamente lo mismo por la tranquilidad que se percibía en cada paso que daba:

- No, mamá, no más. Por favor mamita, déjame, te lo suplico.

El grito desgarrador de un niño rompió la paz que rodeaba ese día. Ella se volteó en todas direcciones tratando de captar desde donde venía ese llanto. Eran fuertes y potentes, pero los ladridos de los perros haciendo coro a los lamentos del infante, no lograban acercarla al origen del llanto. Finalmente el silencio. Sólo los pájaros rompían la quietud del lugar. Corrió hasta su casa, tenía que contarle lo sucedido a su marido. No podía creer lo que había escuchado, no podía sacar esos gritos de su cabeza.

La fuerza con que la sintió entrar en la casa lo asombró, ella siempre es suave y dócil en sus modales. Su respiración entrecortada daba a entender que había corrido:

- ¿Qué pasó?, ¿por qué vienes corriendo?

- Estaba caminando, subí por el camino de Iglesia y fue de repente que escuché.

- Pero mujer, no me asustes, ¿qué fue lo que pasó?

- Eran desgarradores...fuertes...era la voz de un niño…

- Amor, no estoy entendiendo nada.

- Mientras caminaba de la Iglesia hacia arriba, de repente escuché unos gritos muy fuertes. Era un niño que le pedía a su mamá que no lo hiciera más. Lo más lógico era que le estuviera pegando, pero era la fuerza con que ese pequeño gritaba.

- ¿Lograste saber de donde venían?

- No, los perros ladraban muy fuerte y después todo quedó en silencio.

No podía sacarlos de su cabeza. Los gritos de ese pequeño resonaban sin poder espantarlos, aún después de un mes de lo sucedido. Averiguó cuanto pudo, pero no encontró a nadie que pudiera ayudarla. Su marido tenía las manos atadas al no saber quién era la persona que violentó al pequeño: “el Hogar de Niños está lleno de pequeños con familia viviendo en la isla. Lo toman como algo demasiado normal. No puedo entender cómo pasan cosas así. Tenía tantas esperanzas puestas en este viaje, y cada día que pasa me decepciono más y más. La gente acá no tiene criterio, no tiene bondad, no saben lo que hacen (…) esa pequeña contándome que su hijo era fruto de la violación de su padre no lo concibo. Esta sociedad parece perdida en cuanto a principios y valores.”

- Estoy cansada de esto amor

- ¿Por qué?, ¿aún le das vuelta a lo del niño?

- Pero amor, ¿cómo no darle vuelta? No estoy acostumbrada a que la violencia sea algo normal en mi vida. Esta gente no tiene principios ni valores…

- Mujer, no es para tanto. Ellos no entienden bien muchas cosas, entre eso lo que es el bien y el mal.

- ¡¡Qué!! ¿NO ENTIENDEN QUE ES EL BIEN Y EL MAL?, ¿cómo puedes decir una estupidez tan grande? Ellos saben qué está bien o mal, pero se refugian en el hecho que son una etnia alejada de la civilización para cometer todo tipo de atrocidades.

- Yo no puedo hacer nada al respecto.

- ¡¡ ERES CAPITAN DE CARABINEROS POR DIOS!!, no puedes decir que nada puedes hacer.

- Lo siento, tengo las manos atadas.

- Lo que tu tienes es miedo… acá todo intimida…

Era la primera vez que hacía el mismo paseo después de lo sucedido. Tomó el camino de la Iglesia, y empezó a subir. Los perros ladraban igual que ese día, y su corazón comenzaba a latir más fuerte a medida que se acercaba al lugar de los gritos. Faltaba poco, y el silencio seguía rodeándola sin dar el menor asomo de querer romperse. Ya casi llegaba, y una pequeña silueta se dibujaba en el borde de la calle. Era un niño con un brazo enyesado. Estaba ahí, quieto, como esperando que algo bueno apareciera en su vida: “ ¡Hola! ”. El niño levanta los ojos y no responde. Ella lo mira fijamente, y en sus ojos encuentra el dolor de alguien que es maltratado. El pequeño baja la mirada avergonzado, no quiere que nadie sepa de su desamparo. Ella quiere seguir caminando, pero algo la frena y la mantiene a la espera de algún gesto qué le diga que tiene que hacer. El pequeño quiere hablar, pero de su boca abierta no sale sonido alguno. Ella asiente con la cabeza, ya tiene todo claro. Abre su cartera, busca un chocolate y se lo tiende al pequeño. Este la mira y lo recibe, aún con una boca abierta que dice todo y nada la vez. Ahora entiende, sabe que no hay nada que hacer. La mudez de aquel pequeño le mostró una sociedad donde las cosas son como son y nadie hace nada por mejorarlo. Si te castigan, agachas la cabeza y recibes; si eres más fuerte podrás devolver el golpe, pero todo quedará ahí. Nadie dice nada, todo queda en casa. Es pan de cada día…para ellos.

- ¿Qué haces? ¿Por qué estás guardando tus cosas?

- Nadie hace nada, tú no haces nada. La gente acá no tiene criterio, ni principios, ni nada.

- Pero, ¿de qué estás hablando?

- No soporto más. La violencia, el desamparo…

La visión de los árboles pasaba demasiado rápida. El avión estaba por elevarse y la gente se hacía pequeña. Ella miró hacia el lado, pero sólo había un asiento vacío. Pensó que estaba haciendo lo correcto, no podía ser de otra forma. Sus principios y valores no le permitieron seguir tolerando ese tipo de situaciones. No lo culpaba, pero creía que algo podría haber hecho. Era la autoridad y no se hizo respetar como debió ser. No fue sólo lo de ese niño, fue un conjunto de situaciones la que terminó por decepcionarla de toda esa isla a la que llegó con tanta ilusión.

Creyó verlo moviendo la mano en señal de despedida. Creyó ver en sus ojos una promesa de buscar una solución a todo eso que se veía perdido en ese lugar. A pesar de todo ella creía en él, sabía que lucharía por mejorarlo todo. Sabía que sería un héroe: para ella, para él, para ese pequeño que tal vez seguía sentado en la puerta de su casa a la espera de esa señora que alguna vez le dio un chocolate.

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